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El enfado y su mala reputación

Actualizado: 8 abr 2018

El enfado es probablemente la más incomprendida de las emociones humanas.


Al mismo tiempo, es un imperativo biológico. Sentir enfado es la manera que tenemos de saber que algo está mal, que nuestro sentido del “yo” está de alguna manera comprometido. Puede ser un aviso de que nos están haciendo daño, de que nuestros derechos están siendo violados, de que nuestras necesidades o deseos no están siendo satisfechos, o que simplemente algo no está bien. A veces nuestro enfado nos alerta sobre el hecho de que no nos estamos enfrentando a un problema emocional importante en nuestra vida, o que una parte demasiado grande de nosotros mismos -nuestras creencias, valores, deseos o ambiciones- está siendo comprometida en una relación.


El enfado no es ni admisible ni inadmisible, valido o inútil. Simplemente es. Preguntarnos “¿es mi enfado justo?” es igual que preguntarnos “¿tengo derecho a tener sed?”. El enfado es algo que sentimos. Existe por una razón y merece nuestro respeto y atención.


Tabús y obstáculos contra el enfado

Es importante tener en cuenta que el enfado es una emoción difícil para mucha gente. Esto es porque si nos enfadamos y lo expresamos, corremos el peligro de que nos rechacen y desaprueben. Para algunas personas el tabú contra la ira es tan grande que ni siquiera saben cuándo están enfadados. E incluso aquellos que toman el riesgo de ser rechazados por la otra persona a menudo lo expresan de una manera ineficaz, descargándolo hostilmente con un tono acusatorio.


Es también una emoción difícil porque es tan intensa que a menudo hace sentir a la persona fuera de control. Y como el miedo a perder el control es uno de los miedos humanos básicos, muchas personas evitan cualquier cosa que les haga sentir fuera de control -incluyendo su ira, incluyendo sus propios instintos agresivos. Como es una emoción tan potente, también puede provocar “síntomas traumáticos” (dolor de cabeza o movimientos y gestos espontáneos y descontrolados). Es por ello que tenemos miedo de nuestro enfado.

Además, muchos ven la ira como una energía destructiva -responsable de toda la agresión hostil, violencia y disputas territoriales que hay en el mundo hoy. La ira está asociada a herir a los demás -con conflicto en general y con violencia en particular. Culpamos a la ira de todos los comportamientos monstruosos que vemos en televisión. En resumen, la ira parece estar en el corazón de mucho del daño físico, psicológico y emocional que un ser humano hace a otro.


Ver el enfado como una señal de inmadurez espiritual también es bastante común. Para muchas personas el enfado es una emoción que hay que reprimir, más que expresar -que hay que negar más que reconocer- que hay que esquivar en vez de aceptar. Para algunas personas hay incluso una sensación de vergüenza unida a enfadarse porque ven el enfado como un signo de debilidad. Y para aquellos que se esfuerzan por ser pacientes, amables y compasivos, sentimientos de ira les hacen pensar que no están a la altura del nivel espiritual que buscan.


En definitiva, el enfado tiene mala reputación. Generalmente está asociado con su expresión negativa. Así que es necesario que reformulemos nuestro enfado.


Tenemos que darnos cuenta de que aceptar nuestro enfado y sentirlo como poder es mucho más beneficioso para uno mismo y para los demás que negarlo o explotar habitualmente como una liberación catársica. No nos damos cuenta del valor de ver nuestra ira como una energía transformacional (una energía dirigida a entender nuestro yo en un nivel más profundo). Y no nos damos cuenta del valor de ver nuestra ira como una fuerza motivacional (una fuerza que nos mueve hacia un cambio que deseamos o necesitamos).


Replanteamientos sobre la ira

El enfado es una forma de agresión y la agresión está generalmente asociada con lucha y guerra -con “atacar” a otras personas- con comportamientos hostiles. Pero hay un significado más amplio que a menudo es ignorado. Ser “agresivo” también significa ser asertivo (resuelto, seguro, firme, tajante), valiente, y enérgico. Significa “tener o mostrar determinación”. Significa “perseguir energéticamente tus fines”. Significa “marcado por la ambición y la iniciativa”. Esta es la noción del Samurái sobre la agresividad. Es mucho más útil para uno mismo y para los demás sentir tu propia ira como poder -como una “energía agresiva” que conduce a una acción rotunda, enérgica, valiente, decidida y consciente- que verla como una emoción negativa que ha de ser negada o reprimida.


Por Raja Selvam, Ph.D. y Lori A. Parker, Ph.D.

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